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Foto del escritorJuliana Molina

LA INVITACIóN




La invitación es habitar lo que siempre evadimos, hacerle frente a lo que nunca tenemos tiempo de mirar a los ojos; a pa/maternar, a los hijos, los niños interiores, las heridas sin sanar. Atravesar los lugares penumbrosos, las vergüenzas, las perturbaciones a las que no le damos espacio, omitir los reclamos que evaden responsabilidades que nos competen, hacernos cargo; reconocer las amenazas por las que nos ponemos en el lugar equivocado, las inseguridades que nos hacen vulnerables y a las que le tenemos la falsa creencia de que al habitarlas nos hacemos débiles y poca cosa.

Es una invitación a ubicarnos, a elegir incluso ahora que parece que no hay opciones. Porque la alegría no está fuera, no depende de falsas libertades; es una elección que requiere perdonar y reconocer que la vida nos sucede a todos, que la compasión y la intención de ocuparme de los pesares de los otros, me hacen más feliz, porque atravesar juntos las tristezas es un alivio y también un propósito.

Es incómodo, oscuro, desconocido. Si, y esa es la invitación. Porque no da más las evasiones, las mentiras que nos decimos a nosotros mismos, los afanes, las estructuras y sistemas que no le dan espacio a parar y atravesarnos. No dá más pensar que cuando tenga seré más feliz. Es realmente feliz quién no necesita nada de afuera para serlo, quien puede sostenerse con sus vergüenzas aceptándose completo, para amarse así mismo y entonces sintiéndose imperfecto y alegre a pesar de eso, puede dar a los demás, de lo que tiene, con inmensa compasión.

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