Quiero contarles que no importa qué tipo de mamá vayan a ser, si eso es lo que desean, igual se van a equivocar. No hay nada más humano en mi experiencia de vida que la maternidad. Y la humanidad viene con aciertos y equivocaciones.
Así es que traténse con cariño, recuerden que en ese nivel de intimidad es difícil evitar mostrar eso que con tanto esfuerzo le escondemos a los demás; es imposible disimular la locura que tenemos los adultos cuando maternamos.
Se habla de que las mamás somos incondicionales y eso es una gran mentira, generalmente estamos y damos a cambio de algo; de reconocimiento, de amor, de empatía, de compañía, de colaboración. Claro que por los hijos estamos dispuestos a cosas impensables en casos catastróficos; pero en la cotidianidad nos encontramos esperando que sea una relación alimentada en doble vía. No esperamos necesariamente el mismo nivel de sacrificio o entrega pero es tal la demanda emocional y los sentimientos de sobrevivencia a la que nos sometemos en la maternidad, que esperamos aquello que en nuestro corazón más nos falta.
Mi amor por ustedes siempre estará ahí, pero estar para el otro exige reciprocidad, así que recuerden que no hay tal incondicionalidad, somos humanos, nos necesitamos los unos a los otros.
Sepan que somos responsables de darles a nuestros hijos muchas cosas; unas buenas, (ojalá muchas y la mayoría), y otras no y en estas últimas siempre hay un propósito mayor; uno por el que debemos perdonarnos (como parte de nuestro propio propósito) y confiar en que ellos también nos perdonaran.
Esa herida de la infancia que promovemos casi siempre los padres sin malas intenciones, son también el regalo que les damos, por ahí mismo entra la luz, así que perdonen rápido para que puedan abrirse a esa luz.
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