top of page
Foto del escritorJuliana Molina

La invitación de los niños


En medio de la guerra, la violencia, las verdades absolutas, la falta de empatía, la justificación de lo injustificable. Paro, converso, escucho, leo. Siempre resulta ser que es más profundo que unos vándalos haciendo daños y violentando a otros o policías abusando del poder. Hay más.


¿Cómo hablarlo con los niños? ¿qué información les doy? ¿qué tanto los quiero con criterio propio o los quiero estando de acuerdo a mí? ¿cómo los influencio? ¿qué verdad les cuento? ¿cómo ser imparcial? ¿qué de todo esto tan violento pueden resistir?


Mis creencias los influencian definitivamente, debo hacerme cargo de eso, entonces me abro a una verdad más grande para influenciarlos lo más sensato posible. Para dar un ejemplo: creo en Dios, pero mis prácticas religiosas no son institucionales; mis hijos por estar en colegio Judío necesitan una identidad religiosa, una que yo no necesito, ellos se llaman católicos, una de mis hijas siente un amor muy grande por la virgen (amor inculcado por su jardín infantil al que asistió hace varios años ya) y eso es construido por ellos a pesar de mi. Entonces aprovecho el interés y les hablo de lo que me gusta de esa preferencia, del amor que encuentro en Jesús, de su intención reparadora, de su equidad, de su interés permanente por los demás, por los necesitados y ahí se abre un diálogo.


Otro ejemplo: una de mis hijas me dice: "mamá que significa el aborto libre", un letrero que encuentra en las calles, esas que ella ahora lee sin excepción. Le contesto desde lo más amplio hasta lo más específico: abortar significa desechar, perder, interrumpir algo antes de que se termine. "Aborto libre" es la lucha de unas mujeres que piden poder abortar a sus bebes antes de que nazcan sin ser penalizadas, porque quedaron embarazadas y no quieren ser mamás de esos bebes por muchas y diferentes razones.


Su reacción, sin moralismo alguno es un ¡Ahhh (de asombro) y ¿por qué hacen eso mamá?" Ella quiere ser mamá, eso lo tiene claro, y la idea de que una mamá no quiera tener a su bebe no la entiende. Concluyó diciendo "yo no haría eso". Ahí quedó la conversación, no profundicé más, no le compartí lo que pienso del aborto, no dije que era bueno o malo. Ella sintió en las tripas que eso no lo haría ella, no juzgó a otras mamás tampoco, se mantuvo curiosa, abierta a la conversación.


Con estos ejemplos solo quiero contarles que creo que valdría la pena hablarnos como le hablamos a los niños (cuando les hablamos desde la empatía no desde la autoridad inamovible) y sobre todo como ellos nos hablan y escuchan a nosotros, con respeto, sin moralismos, con curiosidad, con la intención de respetar la diferencia sin sacrificar en eso su dignidad o su identidad. No son esas ideas o esas acciones hipotéticas; ellos son para mí el lugar donde más fácil encuentro el amor.

Así que sé que las conversaciones se irán dando, ellos las irán poniendo y con cuidado hablaré de lo que pasa. Ven a su papá trabajar cada día por la paz de su país, más allá del discurso pueden ver de cerca que todo siempre tiene dos lados.


Al más grande le comparto textos con los que comulgo y con los que no, me interesa saber qué opina, él hace parte de los jóvenes de este país, de esos que ve lo que dicen los influenciadores y saben poco de lo que realmente pasa, entonces me abro a que lea de todo y piense diferente a mi pero con criterio e información. Con las niñas tengo más cuidado con lo que hablamos, porque una de ellas ya me lloró en la noche sufriendo con la idea de que a alguno de nosotros le pueda pasar algo malo. En ese momento mi llamado fue "aquí y ahora", con lo que hay aquí y ahora podemos estar tranquilos porque estamos a salvo.


Y así ellos me siguen enseñando que somos mucho más que nuestra moral, ideas y pensamientos. Somos amor, puro. Y ahí siempre nos podremos encontrar.
6 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page