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Foto del escritorJuliana Molina

Estimado compartidor de contenidos porno:



La pornografía no ha sido un recurso al que haya accedido en realidad, he visto porno un par de veces pero no es lo mío. Sin embargo no lo satanizo tampoco, habrá a quienes les resulte estimulante y placentero. El sexo ha sido un tema prohibido, tabú e incómodo por milenios de años. Aún me veo teniendo conversaciones en voz baja sobre el sexo. Otros se deleitan contando sus faenas, gustos y preferencias escuetamente y en voz alta, basta con escuchar letras de reguetón explícitas sobre encuentros sexuales. Algunos nos escandalizamos, los adolescentes se recrean, al parecer ellos ya han normalizado la sexualidad mucho más que algunos de las generaciones anteriores.


Y como me alegra en realidad, me gusta que se hable de sexo, que yo pueda tener estas conversaciones con mis hijos desde los tres o cuatro años, que no le tengan misterio, que se exploren, se conozcan, se miren y llamen sus genitales por su nombre, que no satanicen el placer, que puedan darse cuenta que la sexualidad no es la genitalidad y que sobretodas las cosas no está mal, especialmente porque para ser- sexaules basta nacer.


Volviendo al porno, sé que mucho de este contenido se comparte en redes y grupos de hombres. Yo no tengo mucho de esto en mis grupos, no se si es que las mujeres no compartimos pornografía tanto como los hombres o si es que mis amigas son pudorosas, reservadas y no les gusta. Lo cierto es que no tengo acceso, para acceder tengo que “salir” a buscarlo.


¿Podremos distinguir lo que es una película porno que invita al hedonismo de lo que es un contenido que degrada a la mujer o la pone en un contexto de objeto sexual?. ¿Cuál sería esa responsabilidad social que tenemos al compartir y recibir sin titubear contenido de este tipo? ¿Cuándo hablamos de la mujer en estos contextos, nos referimos a algunas mujeres o al género completo?
Yo creo que compartir porno tiene una responsabilidad social indiscutible, que sigue perpetuando la idea de una mujer que existe para proveer placer (incluso si esta mujer eligió grabar esas escenas); continua dando entre otras cosas, una idea desvirtuada del placer femenino , de la estética femenina (vulvas que no son reales y libres de pelos sinónimo de adultez), del sexo responsable (que dista mucho de hacerlo con condón) y del autocuidado.

Definitivamente tengo un juicio moral y feminista con relación a esto, no está bien para aquellos que queremos un mundo donde las mujeres y los hombres puedan elegir con la misma libertad.


Que sea normal no significa que los exima de la responsabilidad social que trae compartir cualquier contenido, especialmente el que involucra la sexualidad y la mujer. Esto no hace referencia a la elección de ver porno, hace referencia a la elección de compartirlo en redes desestimando que su uso es íntimo y privado convirtiéndolo entonces casi en el único contenido que se comparte de las mujeres. Difícil entonces no pensar que cuando se habla de las mujeres en el porno, se está hablando de todas las mujeres en realidad.

No es solo responsabilidad del que comparte porno, es especialmente responsabilidad de todos los que reciben este contenido, de los testigos que no ponen un alto, que no hacen un llamado a la reflexión porque resulta que es “normal” que “los hombres compartan porno”. Valientes los que dicen que no manden más estos contenidos, los que reflexionan sobre ellos, los que pueden reconocer que eso puede ser tan reprochable o más que aquellas letras que tanto critican del reguetón.


Esta reflexión se inspira muchas veces en la experiencia de ser padres y la información que queremos darle a nuestros hijos sobre la sexualidad pero no es el único detonante de consciencia, no se necesita ser padre para invitarnos a reflexionar, basta con ser hijo de una mujer (valga la redundancia) para hacerlo y relacionarse con ellas.


Bienvenido el sexo y sus conversaciones, el placer por el placer, el contenido estimulante y creativo, la exploración del cuerpo, llamar a la vagina y al pene por su nombre y también la responsabilidad social sobre lo que comparto y lo que recibo, el valor para decir que “no gracias” en tantos de esos chats donde es normal y casi paisaje los contenidos que encasillan a las mujeres solo para el sexo, ojalá compartieran contenidos de mujeres que viajan a la luna sin hacer chistes flojos de descuentos, o mujeres que hacen por primera vez una planta solar en Colombia, o mujeres ministras, escritoras, artistas o valientes amas de casa; en conclusión de todas aquellas que también han elegido libremente ser creadoras de ese contenido y que nos pone en un lugar más equilibrado e igualitario.

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