"Tenemos tanto miedo de darle voz y mirada al movimiento LGTBQ que alcanzamos a pensar que esto es nuevo, que antes no existían niños que se sentían niñas o viceversa, que no habían homosexuales, pansexuales, bisexuales. Ahora que hacemos la distinción entre género e inclinación sexual nos escandalizamos, es tanta la información sin entender, sin conocer que no sabemos qué hacer con ella. Aparecen en nuestra mente las perversiones que podría suscitar este contenido y decidimos negarlo, por miedo a pecar, como si no aceptar al otro como es y darle espacio para que se muestre no fuera ya un pecado en sí.
Basta con salir a un restaurante o al teatro para que los niños vean directamente que la diversidad sexual es una realidad y que quizás si se sienten identificados pueden deducir que no son los únicos y que no está mal o bien, que es lo que es."
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